Dice con razón Andrés Oppenheimer que le preocupa que “Colombia se haya convertido en los últimos tres años en un país monotemático. No se habla de ningún otro tema (la paz). La paz es importante, pero no suficiente para el desarrollo de Colombia”.
El presidente Santos muy hábilmente supeditó la agenda del país a los episodios de La Habana. Así ha logrado minimizar los demás temas y problemas sin buscar soluciones de fondo. Solo tiene ojos para el proceso habanero. Lo demás parece importarle un pito.
Parece no desvelarlo que el cultivo de la coca aumente. De 50 mil hectáreas que había hace cuatro años, hoy la superficie cocalera ocupa 100 mil hectáreas. Duplicado, se intensifica el negocio que sirve de combustible al delito. ¿Se puede fundar la paz sobre un mar de coca?
Acaso poco le importe que la inflación comience a hacer estragos. Anualizada, bordea el 9 %. Las solas alzas en los alimentos llegan al 15 %. Sus efectos nocivos no solo se sienten en el frente social –envileciendo salarios y recortando la capacidad adquisitiva de los colombianos– sino amenazando la calificación soberana internacional que haría perder el grado de inversión al país. Hecho que de consumarse, frenaría grandes obras y proyectos, y pondría en riesgo la financiación del posconflicto.
Las exportaciones se han derrumbado. Este año a duras pena llegaran a 30 mil millones de dólares, contra 60 mil millones del año pasado. El verbo diversificar productos y países no se ha sabido conjugar. El déficit de cuenta corriente, 6,5 % del PIB y el fiscal del 3,5 % del PIB, son superiores al crecimiento de la economía, la que a duras penas podría llegar este año al 2 %. Hacía 40 años –dice Eduardo Sarmiento– que el país no contemplaba un balance tan desequilibrado.
El paro camionero evidencia tanto la apatía en el obrar de un gobierno por lo que no sea materia de discusión en La Habana, como su lentitud para intervenir en lo que pasó de ser legítima protesta social a bloqueos contra el derecho de libre circulación de personas y de bienes por las vías nacionales. 2,5 billones de pesos hasta ahora son las pérdidas causadas por esta acción intrépida, acolitada por un Estado negligente.
Se prevé que el Banco de la República subirá más los intereses con el objeto de frenar el costo de vida. Encarecer más el crédito repercutirá en una disminución de la producción nacional y frenará la oferta de alimentos, obligando a importarlos con un dólar encarecido. Así el remedio resultará peor que la enfermedad.
Hay poca maniobra para superar tantas desventuras mientras tengamos un gobierno monotemático. Solo lo absorbe y desvela el proceso habanero, “que eclipsa todo” para repetir a Oppenheimer. Con el agravante de que es un proceso miope, que no cubre todos los actores nacionales, ni establece consensos racionales entre protagonistas y antagonistas, con alta dosis de revanchismo, de exclusiones, de impunidad. E impregnado por rancio olor “gavirista” –¡Ave César!–, que deja al resto de partidos coaligados en el apoyo plebiscitario como simples convidados de piedra para la escogencia del candidato presidencial del 2018 nacido el eje Santos-Gaviria..