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Carrera de obstáculos bursátiles

El Gobierno Nacional, a través de muchos altos funcionarios, le ha dicho a la opinión pública que la rápida devaluación del peso es una oportunidad para que el sector industrial colombiano asuma un papel protagónico en el desarrollo del país. En el discurso todo suena muy lindo, pero la realidad es que esta administración cada día hace más difícil el florecimiento de la industria.

 

Para ver la dimensión del problema, basta con examinar lo que hace dos días publicó la Universidad del Rosario a través de su Centro de Pensamiento para Estrategias Competitivas (Cepec), indicando que Colombia se demoraría 17 años para duplicar sus exportaciones no minero-energéticas y cerca de 28 años para duplicar las exportaciones agrícolas e industriales a Estados Unidos.

 

¿Dónde están los obstáculos? Para empezar, la carga impositiva ha llegado a niveles confiscatorios, como lo evidencian los estudios de Fedesarrollo, adelantados en el marco de la pasada Reforma Tributaria, o sencillamente al observar las encuestas de la Andi, en la cuales se hace incuestionable que existen sectores con cargas tributarias efectivas que fluctúan entre el 60 y el 70 por ciento. En esas condiciones, esperar que la devaluación sea un motor de iniciativa empresarial no es más que una ingenua y miope ilusión.

 

Otro obstáculo pavoroso tiene que ver con los costos de energía. La industria colombiana paga mucho más por energía que países como EE. UU., Corea, Ecuador, Perú y Chile, perdiendo competitividad. No contentos con esta penosa situación, el nuevo Plan de Desarrollo, en su Artículo 185, mantiene la idea de ver en el costo de la energía, mediante sobrecargos, una fuente de ingresos fiscales para alimentar un abanico de fondos. Esta práctica, rechazada por la academia, la cual considera que los fondos eléctricos deben ser nutridos de manera transparente por el Presupuesto Nacional, crea señales de incoherencia en la política de competitividad y desarrollo productivo, además de encarecer los costos de energía a todos los usuarios, con la industria a la cabeza.

 

En materia de ciencia, tecnología e innovación, el Gobierno crea un obstáculo detonado por su observancia pasiva. De los 17 billones de pesos que el Plan de Desarrollo asigna al ramo, espera que 15 billones salgan del sector privado y el Sistema General de Regalías. Es absurdo ese comportamiento estatal, cuando entre el 2010 y el 2012 el porcentaje de empresas manufactureras que no innovan pasó del 60 a casi 74 por ciento, según el Dane, entre otras, por la ya asfixiante carga tributaria.

 

No hay duda de que el Gobierno está pasmado. Los déficit comercial y de cuenta corriente aumentan, la inversión cae y la industria no despega. Necesitamos un plan creíble de reactivación industrial o, de lo contrario, la capacidad para enfrentar la caída de la renta petrolera será menor. La actitud de la actual administración frente a la industria es como ofrecerle dos granos de maíz dentro de una botella a una gallina, esperando que el animalito sea capaz de sacarlos.

 

Pretender que la industria sea un motor ante tantos obstáculos, es un pecado imperdonable.