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Coherencia y congruencia

Ha sido aprobado el Presupuesto General de la Nación para la vigencia 2016 y el país se ha quedado con grandes preocupaciones.

 

Estas se originan en la falta de coherencia entre la realidad económica del país y la que trata de dibujar el Gobierno en su asignación de recursos; también en la falta de congruencia entre lo que el Gobierno predica y lo que aplica.

 

Por el lado de la coherencia, preocupa que el Gobierno haya sacado adelante, con su mayoría parlamentaria, un presupuesto basado en un precio de 64 dólares por barril de petróleo, cuando la realidad del mercado y las proyecciones de especialistas para el año 2016 son inferiores a los 50 dólares. Inclusive Goldman Sachs, el prestigioso banco de inversión, se ha atrevido a mencionar escenarios de 20 dólares por barril de crudo.

 

Así las cosas, hay una brecha entre el deseo oficial y la realidad. Seguir inflando el precio de nuestro principal producto de exportación es una gran falta de rigor. Frente a la expectativa de crecimiento, también hay poca coherencia. El Gobierno sigue hablando de crecimientos superiores al 3 % en el 2015 y el 2016. Esos escenarios con caídas de las exportaciones cercanas al 33,7 %, disminución de la demanda interna, contracción industrial, reducción de la inversión extranjera directa y menor confianza del consumidor, sumados a crecientes presiones inflacionarias, parecen muy poco creíbles.

 

En cuanto a la congruencia las cosas son peores. Se le dice al país que el agro es una prioridad nacional para construir el postconflicto. Pues bien, el sector agrícola es apenas el 1,8 % del Presupuesto del 2016 y lo que es más estremecedor, tiene una disminución del 20 % frente al año anterior. En síntesis, la tal prioridad agrícola no existe.

 

Desde la óptica del sector industrial, que requiere de una buena acción de política pública en asocio con el sector privado, el sector apenas tiene 0,5 % del presupuesto, mientras que ciencia y tecnología termina con un penoso 0,2 %.

 

Muchos anuncios y pocas evidencias.

 

La congruencia con el discurso de las regiones también es penosa. Se le anunció al país que el Plan Nacional de Desarrollo se había construido desde las regiones para fortalecer su dinamismo económico. La verdad nos muestra que frente al presupuesto de inversión regionalizada del año 2015, en el 2016 trece departamentos tendrán reducciones superiores al 19 %, ocho sufrirán recortes de entre el 10 y el 19 %, y nueve departamentos tendrán un tijeretazo inferior al 10 %. Sorprende que inclusive al comparar el presupuesto aprobado para el año 2016 con el presupuesto del 2014, catorce departamentos tienen menos recursos. En medio de tantas promesas, anuncios rimbombantes, eslóganes y premios mundiales, el Gobierno le ha dado una señal negativa al país con un presupuesto basado en ilusiones y promesas incumplidas. Tal vez los colombianos terminaremos recordando al gran Tirso de Molina, quien sentenció que “en las promesas almíbar y en el cumplimiento acíbar”.