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De capa caída

Va de capa caída la economía colombiana. Si bien la situación no es desesperante –porque hay otras en estado comatoso en el vecindario— la nuestra se complica.

 

El crecimiento del PIB será modesto. Según el Fondo Monetario Internacional, llegará al 2.5 %. El Gobierno Nacional, hasta hace pocos días, insistía en que se situaría por los lados del 3.8 %. Los cañazos se agotan. Aparece la dura realidad.

 

El déficit fiscal es alto. Se calcula que al final del año podría superar el 4 % del PIB. Las motiladas en el excesivo gasto público no han tenido el efecto que se quería para aligerar su peso. Las promesas y propuestas de gastar y gastar siguen sin interrupción. Un ejemplo de derroche, el del manirroto fiscal que reparte a su arbitrio contratos millonarios entre gentes más faranduleras que idóneas.

 

Las exportaciones se van de bruces. La caída abrupta del precio del petróleo las han castigado severamente. En el solo mes de agosto disminuyeron en más de un 40 % frente a igual periodo del año pasado. No levantan cabeza a pesar de una devaluación desproporcionada. Se comprueba una vez más que nuestro comercio internacional se resiente por la carencia de diversificación, tanto en su canasta exportadora como en nuevos mercados para conquistar.

 

La deuda externa se incrementa a ritmos preocupantes. Al cierre de este primer semestre del año alcanzaba los 108 mil millones de dólares. Es decir, el 35 % del PIB. Es la más alta en mucho tiempo. La sola deuda pública externa ha crecido en un 15 % en este primer semestre comparado con el mismo del año pasado.

 

¿Por qué ha crecido tanto? ¿Qué se ha financiado y quiénes se han beneficiado con tanto endeudamiento? ¿Inversiones rentables o burocracia estéril? ¿Acaso algún exceso en partidas presupuestales para comprar adhesiones políticas y dominar medios de información con torrentes de publicidad? El país requiere que se le diga sin ambages la destinación del alto endeudamiento en una rendición de cuentas convincente, transparente y nítida.

 

La inflación asusta. Supera ya hasta los más pesimistas vaticinios del gobierno y la opinión pública. Va en el 4,8 %. Y faltan tres meses de periodos alcistas, no solo por el gasto de la época decembrina, sino por la carestía de alimentos causada por la sequía y las discutidas políticas agropecuarias. La devaluación ha disparado todas las alarmas con el encarecimiento de las importaciones de aquellos productos básicos de la canasta familiar que contrarrestaban la caída de la producción interna.

 

Y para hacer más oscuro todo este panorama económico, a Colombia se le saca del nuevo acuerdo sobre la Cuenca del Pacífico, al cual entraron sus tres socios en el convenio del pacífico latinoamericano, México, Perú y Chile. No alcanzamos a ser pareja para Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia, quienes sí tuvieron la oportunidad de entrar en tan selecto y productivo mercado que abre posibilidades inmensas para negociar, diversificar, crecer. Desde hace 20 años nos tiraron, además, sobre las narices las puertas de la Apec.

 

Como van las cosas, conformémonos con el concurso de mitómanos que sobre el acuerdo de La Habana cada día se realiza para confundir más a la opinión.