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Don Guillermo, un faro

Murió esta semana don Guillermo Gaviria Echeverri a sus casi noventa y un años. Mucho se ha escrito de él. Para mí fue un hombre brillante como el que más, escritor de los mejores editoriales sobre política internacional y la actualidad colombiana,  un defensor incansable de la libertad y la dignidad, y  uno de los intelectuales  más valientes que he conocido, debo decir, y soy poco amigo de los elogios porque pienso que quien ama la libertad y su dignidad debe defenderlas. Pero es que don Guillermo era extraordinario cuando de hacerlas valer se trataba.

 

Su señora fue secuestrada y su hijo, el gobernador de Antioquia,  Guillermo Gaviria Echeverri, vilmente asesinado por las Farc, en compañía del prohombre antioqueño Gilberto Echeverri Correa, cuando los dos intentaban tender puentes de diálogo con ese grupo narcoterrorista. Por si fuera poco, fue blanco de señalamientos oprobiosos, por parte de un paramilitar en busca de rebaja de penas,  de colaboración con grupos de autodefensa en Urabá, que le acarrearon una investigación con detención domiciliaria, casi al final de su vida, la cual precluyó, como tenía que ser, la fiscalía.

 

Pero siempre mantuvo su dignidad y el interés de la patria por encima, incluso, de su dolor personal. Cuando el presidente Uribe fue a ofrecerle disculpas por el operativo que sirvió de pretexto a las Farc para acabar con la vida de su hijo y de su amigo, don Guillermo respondió que las autoridades estaban cumpliendo con su deber.

 

Ese era su talante.

 

Justo por los días de su muerte, dos víctimas de las Farc fueron execradas por éstas. Tuvieron la osadía y la perversión de decir que el general Mendieta era un criminal de guerra y un cobarde, un colado que no podía ser reconocido como víctima. A la congresista Clara Rojas le dijeron cosas que, de ser ciertas, tienen que ver con su vida privada, sagrada por ello mismo, lo que refleja la concepción retardataria de ese grupo, que quiere  gobernarnos, con valores propios de la edad media, a punta de mentiras y bala.

 

Y llegan al colmo de acusar a los secuestrados de no entender las dificultades del cautiverio, por burgueses que son, como si fueren comparables con los delincuentes que voluntariamente están en los campos de concentración o en las marchas en la selva en los que mantuvieron y sometieron a sus plagiados. Partida de bárbaros que revictimizan a sus secuestrados. Y cómplice este gobierno, que permite estos exabruptos.

 

Don Guillermo, estoy seguro, si sus condiciones de vida se lo hubiesen permitido, habría protestado contra estas ignominias, como siempre lo hizo en sus espléndidos editoriales.

 

Nos hará mucha falta en estas horas difíciles, don Guillermo. Pero su ejemplo, será indudablemente una guía para aquellos que como él, amamos la libertad y la dignidad de un pueblo que no será sometido a la dictadura de los bandidos.