“Entender por qué un actor actúa no es sinónimo de empatía o estar de acuerdo con sus creencias. Se trata más bien de reconocer legítimamente que los demás, nuestros enemigos, así como nuestros amigos, tienen creencias que guían las acciones. Hitler fue excepcional en muchos sentidos, pero él no fue inusual en la historia actuando sobre la base de creencias firmemente arraigadas. Las generaciones anteriores encontraron difícil tomar esos absurdos con la seriedad que merecían. No tenemos excusa para repetir sus errores o para tranquilizarnos con optimismo de que las cosas saldrán mejor”. Jeffrey Herf, profesor distinguido del Departamento de Historia de la U. de Maryland.
Luego del envenenamiento colectivo perpetrado por el narcocártel Farc, a los habitantes de Tumaco y de las riveras del Río Mira, uno de los terroristas ahora convertido en actor político por este gobierno encubridor, dijo sin sonrojarse: “Cuando dinamitamos un oleoducto y el petróleo se derrama sobre un río, o un humedal, no estamos destruyendo el ecosistema, lo estamos liberando del imperialismo yankee. Si no derramáramos el crudo, este se iría fuera del país y enriquecería al gran capital mundial. Por eso preferimos derramarlo sobre nuestros ríos, quebradas, humedales y selvas. De esta forma dejamos el petróleo dentro del país y no dejamos que los gringos se aprovechen de nuestra biodiversidad al mismo tiempo”.
Luego de semejante obra maestra del cinismo, uno no se explica cómo este gobierno sigue siendo cómplice de semejantes perversos, si uno creía que el papel del gobierno es defender a los ciudadanos y no dejarse extorsionar por los delincuentes. Pero tal vez la explicación surge del entendimiento del comportamiento del jefe de gobierno. Quien acostumbra a traicionar, es un adicto al eufemismo y alérgico a la franqueza, no puede considerar como posible y creíble lo dicho por perversos que manifiestan sus pensamientos sin tapujos y camuflajes. La reacción normal es subestimar lo dicho por ellos, asegurando que eso no puede ser posible, que es simplemente una exageración y que son solamente instrumentos usados para la negociación. Dice el profesor Herf que: “el cinismo tanto de la teoría como de la práctica en nuestras tradiciones, nos lleva a no tomar en serio los puntos de vista de los fanáticos”.
Eso explica que se haya vuelto predecible, que luego de las acostumbradas declaraciones de los cabecillas del narcocártel Farc que descansan en La Habana, el señor De La Calle, que todos los días parece más una Celestina que el jefe negociador, sale a “tranquilizar” en sus correrías a los empresarios e industriales, que serán las primeras víctimas de toda esta inmundicia, diciéndoles que eso no es cierto, que eso es parte de la negociación, que una cosa es lo que los delincuentes dicen en los micrófonos y otra lo que dicen en la mesa. Se infectó el patético negociador de la mitomanía de su jefe y del señor Jaramillo.
Si este aberrante proceso continúa, las certeras palabras de Gustavo Álvarez Gardeazabal serán nuestro epitafio: “No hemos querido aprender de las equivocaciones. Somos un pueblo ilusionado con vivir mejor y tan humillado por nuestra propia ambición que no somos capaces de levantar cabeza”.