El póquer es un juego de cartas, en el cual el engaño se considera la más grande de las cualidades. Es sencillo, el éxito en esta actividad está ligado en hacerle creer a los demás que existe una realidad distinta, de tal manera que los participantes del juego obren conforme a las ocultas intenciones. Es, en síntesis, una actividad en la cual la mentira tiene una valoración ética distinta, y en la que saber ocultar las cartas define la esencia de un jugador victorioso.
Ante esa realidad, en el póquer, saber mentir se define por el término blofear o cañar. Bajo esta práctica, el lenguaje corporal, la mirada y la falsa angustia, hace suponer a los demás contendores que se tiene un juego de determinadas características, obviamente distintas a las reales. Tal vez por esa razón, han existido, a lo largo de la historia, importantes políticos que han descollado en este juego y han empleado positivamente sus lecciones para resolver grandes crisis.
Pero ¿existen riesgos en los que, desde la política, se apliquen las reglas del póquer en la tarea de gobernar? Por supuesto. Tal vez Colombia podría servir de ejemplo y más concretamente la gestión frente al actual proceso de paz.
Desde el primer momento, el Gobierno le hizo creer a los colombianos que la paz estaba a la vuelta de la esquina y que su juego era lo suficientemente bueno para lograr lo que ninguna administración había alcanzado. Fue así como se nos dijo que el proceso duraría meses y no años, y que los ciudadanos tendríamos la última palabra para refrendar los acuerdos entre el Gobierno y las Farc.
El blofeo fue todavía mayor para dar la sensación de la inminencia de un acuerdo y se modificó la Constitución, en aras de dar vida a un Marco Jurídico para la Paz. En adición, se reformó la ley para que la refrendación fuera a través de un referendo, que coincidiera con elecciones y así no estar bajo el riesgo de un umbral elevado en un día no electoral.
Lastimosamente, como en el póquer, ha llegado el momento de destapar las cartas. Ya nos hemos dado cuenta de que el referendo no va a ocurrir, porque constituye un ‘suicidio’, según el Gobierno. Sencillamente, se modificó la ley para engañar al país sobre un proceso de legitimidad popular. Para incrementar la decepción colectiva, se pretenden facultades extraordinarias del Presidente para implementar acuerdos y se viola la estructura institucional con una Comisión Especial, en la que se permita la presencia de las Farc para legislar en causa propia.
Independientemente de la posición política frente al proceso de paz, los colombianos estamos presenciando en la democracia un juego de póquer sin saberlo. Hemos sido guiados por unas reglas de juego frente a la paz, que se cambian sin rubor. Esperamos que la ciudadanía haga sentir su indignación, pues, como diría Lincoln, quien fue un buen jugador de póquer, que supo separar el juego de la política “puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.