“Se necesita mayor presencia del Estado” es una frase que oímos en repetidas ocasiones por parte de periodistas, profesores y políticos. Un lugar común que, por serlo, no carece de sentido. La intervención de la Alcaldía de Bogotá en el barrio del ‘Bronx’ no es más que el ejercicio de llevar la presencia del Estado y el imperio de la ley a un lugar que se había convertido en una isla de ilegalidad y desinstitucionalización, en el corazón de la capital de la República. De esta acción podemos sacar algunas conclusiones y reflexiones.
La retoma del ‘Bronx’ envía un contundente mensaje a gobernantes de todo el país, en el cual se les dice que en las ciudades no puede haber espacios vetados para el orden institucional y que, a pesar de la consolidación de grupos ilegales en diferentes territorios de las urbes nacionales, sí es posible recuperarlos con decisión y liderazgo.
Dicho lo anterior, vale la pena analizar la crítica de algunos sectores políticos a la intervención en el ‘Bronx’. Es un sinsentido pedir, en discursos, la necesidad de la presencia estatal en los lugares más pobres y necesitados del país, y cuando se lleva a cabo, se reaccione adversamente a esta acción. Es importante subrayar que la presencia del Estado se materializa con la presencia de las instituciones, entre ellas Ejército, Policía, Fiscalía Procuraduría, entre otras. Por esto, cuando se solicita la presencia estatal, se pide en concreto la presencia de las mencionadas instituciones y no simplemente de programas de tipo asistencialista que resultan insuficientes para generar soluciones de fondo.
Ahora bien, a diferentes situaciones sociales, distintos tipos de intervenciones. En el caso del ‘Bronx’, la presencia de las instituciones armadas era de vital importancia, pues lo que ocurría en este espacio trascendía la problemática social de habitantes de calle y consumidores de droga, al plano del narcotráfico, la prostitución infantil, el asesinato, y el comercio ilegal de armas, entre otros delitos.
Así las cosas, lo que presenciamos con la recuperación del ‘Bronx’ fue al Estado enfrentado a una robusta organización criminal que controlaba territorio y personal, y, por lo tanto, se necesitaba más que mano blanda y programas sociales para confrontar el avanzado deterioro de un barrio que, además, generaba una onda de influencia de ilegalidad en el resto de la ciudad.
Inquieta que en todo el centro de la capital de Bogotá, en donde se encuentran las sedes de los tres poderes del Estado (Gobierno, Congreso y cortes), además de la Alcaldía Distrital, hubiera un núcleo de ilegalidad que llevaba años allí creciendo, fortaleciéndose y acabando vidas. Queda la lección, para los gobernantes del país, de que a problemas de las dimensiones del ‘Bronx’, las soluciones deben ser acordes en contundencia y complejidad, pues si bien hemos subrayado la necesidad de la participación de la Fuerza Pública en esta acción, también decimos que esta no será suficiente para que los efectos de la intervención perduren.
Todos los barrios ‘Bronx’ del país deben ser recuperados, para esto los mandatarios locales necesitarán decisión y trabajo conjunto interinstitucional, pero, además, la necesaria cooperación del Gobierno en la lucha contra las drogas, pues no será suficiente recuperar barrios y demoler casas donde se expendan drogas si los cultivos ilícitos siguen creciendo al ritmo que lo vienen haciendo durante los últimos años.
El Estado debe ocupar espacios perdidos en donde el crimen ha buscado remplazar la legalidad. Genera esperanza que gobernantes como Peñalosa lleven esta idea a la realidad.