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Isagén y un gobierno bipolar

El doble discurso que vive el actual Gobierno frente a la generadora de energía Isagén, es un claro ejemplo de bipolaridad política.

 

La semana pasada en la inauguración de Hidrosogamoso, proyecto financiado y ejecutado exitosamente por la empresa, el Presidente de la República se llenó de elogios, reconociendo su valor estratégico para la seguridad energética del país.

 

Lo curioso es que, mientras el Jefe de Estado exalta a Isagén por el proyecto, el Ministro de Hacienda ha anunciado a los cuatro vientos que este año será vendida la empresa –de la cual la nación posee un 57 por ciento– para financiar el programa de proyectos 4G.

 

Lo cierto es que Isagén no es una empresa cualquiera. Con la entrada en operación de Hidrosogamoso, se ha convertido en la segunda generadora eléctrica del país atendiendo más del 17 por ciento de la demanda nacional, cuenta con grado de inversión, ha sido reconocida como ejemplo de gobierno corporativo, tiene certificación ‘LEED Gold’ por sus prácticas ambientales, genera utilidades netas que superan los cuatrocientos mil millones de pesos –sin la entrada en vigencia de sus nuevos proyectos– y hace parte del índice GC100 de Naciones Unidas y el Dow Jones de Sostenibilidad.

 

¿Por qué no se debería vender Isagén? Entre las razones de peso se encuentra la capacidad de las empresas estatales frente a las empresas privadas en el desarrollo de grandes proyectos de generación hidroeléctrica, con enormes complejidades sociales y ambientales, mucho más, ante la expectativa de crecimiento en la demanda nacional de un 3,7 por ciento anual durante la próxima década.

 

Adicionalmente, en materia de seguridad energética, la existencia de Isagén corrobora la importancia de contar con empresas públicas de generación como China 3 Gorges Corporation, Itaipu, Statkraft de Noruega o NHPC en India. Frente a argumentos de soberanía ambiental Isagén cuenta con 23 mil hectáreas de bosques y espejos de agua y un programa de protección de más de mil especies animales.

 

A esto habría que agregar la investigación adelantada para el desarrollo de proyectos estratégicos, su rentabilidad financiera, su capacidad de corregir fallas de mercado en la provisión a zonas apartadas, y sus invaluables programas de desarrollo social y ambiental con comunidades.

 

Ante las condiciones de esta gran empresa, abordar su privatización con el falso dilema de Isagén o 4G, vale la pena recordarle al Gobierno que para el programa de infraestructura tiene opciones como programas de crédito en la Banca Multilateral para la Financiera de Desarrollo Nacional, emisión de bonos con garantías parciales Multilaterales por parte de la misma FDN, instrumentos sofisticados de Project Finance e involucrar mediante vehículos novedosos a inversionistas institucionales.

 

Ahora bien, si la venta de Isagén obedece a la expansión del gasto público o la urgencia de tomar recursos fáciles para atender los huecos fiscales generados por la caída en la renta petrolera, proceder con la enajenación sería un pecado imperdonable que lamentablemente convertiría un patrimonio de los colombianos en un cajero automático.