Santos "puede camuflarse ya que la vista está puesta en el vecino Nicolás Maduro."
Nuestra mirada a Venezuela se ha vuelto un elemento de distracción cuando debiera ser mucho más comprometida. “Ellos están peor que nosotros”, “eso no nos va a pasar”, “somos diferentes”, cosas como esas nos decimos cada vez que nos enteramos de cómo se ha ido deteriorando la situación del hermano país. Lo que no queremos mirar es justamente que un sufrimiento similar al que padece ese pueblo nos lo aplicarán muy pronto. Nuestra respuesta a los frustrados anhelos democráticos, golpeados por quienes hacen del poder un vil instrumento y no un medio de servicio al pueblo que los colocó en esa privilegiada posición, nos hace parecernos a la sedienta zorra que en una tarde soleada y para saciar su sed intentó alcanzar unas jugosas y maduras uvas que colgaban muy alto y al no lograrlo se dijo: “Las uvas están verdes y no se pueden comer. De todas maneras, ¿para qué las querría?”
Ya han pasado 108 días desde que el establecimiento manipuló, de la manera más descarada, las elecciones presidenciales y nos consolamos con el cuentico de que las uvas estaban verdes y así proseguir nuestro camino con la ilusión de encontrar otras que de pronto sí estén a nuestro alcance en futuras elecciones que igualmente se las robarán, como ha venido ocurriendo en el país vecino. “Perdone usted, Henrique”, le dice Gustavo Coronel al ‘líder’ de la oposición venezolana Henrique Capriles, “pero la confrontación con este régimen de hampones que nos destruye todos los días no puede darse una vez al año, tiene que darse todos los días”.
Cuando en Venezuela se robaron las presidenciales ya sabíamos lo que se nos vendría y no hicimos nada. ¿Qué pasó? Dicen que soldado avisado no muere en guerra pero parece que no se aplica con todo un pueblo como el nuestro llevado a estados alterados en los que es fácilmente manipulable. Caímos y seguimos cayendo a pesar de conocer de antemano lo que ha venido ocurriendo en el país vecino, como ocurre con los sapos cuando se les cocina en agua caliente:
“Si ponemos a un sapo en una olla de agua hirviendo, dará un salto; pero si comenzamos con agua tibia y poco a poco la vamos calentando, cuando quiera salir, al percatarse del peligro que corre su vida, estará tan amodorrado que no podrá hacerlo”. Esta ‘receta’ está circulando por las redes y cada vez que la recordamos nos decimos: “¡Caramba! Eso les pasó a los pobres venezolanos”. Pero el agua en la que estamos sumergidos hace rato se ha venido calentando y nos cocinaremos en ella, como nuestros vecinos, si no saltamos inmediatamente fuera de la olla.
Otro ejemplo con sabor a fábula es el de una ‘técnica de caza’, mencionada también con cierta frecuencia en las redes para referirse a la situación de Venezuela -la misma a la que vamos con pasos acelerados-, es la de cómo capturar cerdos salvajes:
“Los puercos salvajes se capturan encontrando un sitio adecuado y tirando un poco de maíz en el piso. Los puercos vienen diariamente a comerse el maíz. Cuando se acostumbran a venir diariamente, se construye una cerca en un costado; cuando se acostumbran a la cerca se construye otro lado y así con los otros dos rodeando a los puercos; al final se instala una puerta. Los puercos ya estarán acostumbrados a las cercas y comienzan a entrar por la puerta. Cuando llegue un buen número de ellos, se cierra y se capturan.”
Que en Venezuela no hay medicamentos, que hay desabastecimiento mientras Maduro se hospeda en un hotel de $U.S. 10.000 la noche y dilapida en pocos días dos millones de dólares, nos deja consternados, pero que acá asesinen a diario y cometan atentados unos terroristas cuyos cabecillas disfrutan de hotel de lujo mientras ‘construyen’ para los colombianos el modelo de país que nos van a implantar, eso no importa, los cerdos son otros, estamos ocupados comiendo maíz.
Que lo que les ocurre a los venezolanos es porque ellos se lo buscaron, que nosotros somos diferentes, que contamos con la democracia más sólida del continente, que bla, bla, bla. ¡Falacia mayor! Simplemente somos unos caídos del zarzo al no atender las llamadas de atención que se nos hacen a diario. Esa arrogancia disfrazada de ingenuidad nos lleva a deleitarnos en el agua caliente y adormecedora en la que nos están cocinando vivos.
En Venezuela marchan, salen a la calle, recogen firmas, golpean cacerolas, sus líderes acuden a los demócratas en otros países y logran poner los ojos del mundo en su sufrida patria. ¿Y de nosotros quién se ocupa? Nadie. Si a Maduro no lo escuchan en la Asamblea de la ONU ni en ninguna parte, a sus opositores sí. Si a Santos tampoco lo escuchan que importa si a sus opositores menos. Gran ventaja lleva el presidente colombiano sobre el venezolano por ser un segundón, puede camuflarse ya que la vista está puesta en el vecino y se aprovecha de esta circunstancia para confundir a todos con una palabrita mágica que hipnotiza, la que le ha servido para inventarse un bonito cuento de la paz con el que nos alimentan mientras construyen las cercas en las que quedaremos atrapados como cerdos salvajes.
Pero eso no importa, el agua se va calentando, las uvas están verdes y nos hacemos los de la vista gorda cuando tan sólo hace falta que nos cierren la puerta para quedar atrapados como cerdos salvajes. El periodista Eduardo Mackenzie lo dice desde París con claridad meridiana: “Santos trata de contrarrestar el mar de dudas que generan las negociaciones secretas. Tras más de dos años de diálogos, una franja de la opinión llegó a la conclusión de que lo que cursa en La Habana no es una negociación de paz. El trámite es una variante de eso. No se ve, por ejemplo, en qué parte hay un compromiso claro entre ellos sobre la instauración de la paz en el marco de una Constitución democrática. Lo que está ocurriendo es la redacción reservada de una nueva Carta que expropiará al país de sus instituciones republicanas y democráticas tradicionales para imponerle a rajatabla, pero envuelto en una nube de propaganda buenista, un régimen distinto, de transición hacia el socialismo, destructor de la economía, policíaco y totalitario, idéntico al que sufren hoy los cubanos y los venezolanos. Las FARC no firman nada que contradiga esa ambición”. Más claro no canta un gallo.