Otros candidatos distintos a Echeverry saben mucho más de petróleo y mucho menos de clientelismo
Varios medios de comunicación anticipan que el nuevo presidente de Ecopetrol, la empresa de propiedad de todos los colombianos que anda en crisis por los líos que arrastra desde hace rato y por la caída del precio del crudo de niveles de más de 100 dólares a menos de 50, será el exministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry. Esos informes cuentan que salió bien librado del proceso de la compañía cazatalentos contratada para la tarea, pero algunas fuentes me dicen que, además, hay fuertes presiones de sectores del Gobierno y del Congreso para que se alce con la corona.
Aunque no es experto en el tema petrolero, Echeverry tiene los galones de economista brillante y, además, goza de habilidades comunicativas. Apenas iniciado el primer mandato del presidente Juan Manuel Santos, acuñó dos términos que pegaron: ‘las locomotoras’ y ‘la mermelada’. Las primeras iban a ser las cinco impulsoras del desarrollo: el agro, la infraestructura, la vivienda, la minería y la innovación. En cuanto a la ‘mermelada’, el entonces ministro aseguró que la reforma de las regalías buscaba distribuir esos recursos por todas las regiones, como quien reparte la mermelada a lo largo y ancho de una tostada.
Tanta palabrería se le devolvió a Echeverry. De las locomotoras, ni el agro, ni la minería, ni la innovación arrancaron, y la infraestructura lo hizo tarde. La vivienda fue la única que cobró impulso más o menos temprano, aunque ahora corra el riesgo de un frenazo por los recortes del presupuesto. En cuanto a la ‘mermelada’, pronto fue sinónimo de otra repartición: la muy sucia piñata de la contratación de billones de pesos, pactada entre el Ministerio de Hacienda y otras entidades del Ejecutivo, y parlamentarios de la Unidad Nacional.
Varios congresistas aseguran que desde el ministerio de Hacienda de Echeverry fue perfeccionado el sistema de los cupos indicativos –partidas del presupuesto recomendadas por los congresistas para proyectos específicos–, de tal manera que muchos miembros de la bancada santista no solo recomiendan el proyecto, sino al contratista. El índice de robo en estas asignaciones es muy alto: suele haber jugosas utilidades para el contratista y una buena tajada para el político que lo recomienda. No es casualidad que los congresistas más untados de ‘mermelada’ sean, a la vez, los que más impulsan y defienden los proyectos del Ministerio de Hacienda.
De modo que, si se confirma la llegada de Echeverry a Ecopetrol, es válido inquietarse porque algunos de los recursos de la petrolera vayan a servir como jalea. El actual presidente, Javier Gutiérrez, puede ser responsable de no haber apretado los controles en materia de corrupción y de no haber encontrado grandes pozos, a pesar de la alta inversión exploratoria. Pero nadie puede señalarlo por pactar acuerdos politiqueros con los congresistas.
Aunque Ecopetrol afronta una grave crisis y se vio obligada a recortar de manera drástica sus inversiones para este año, su presupuesto sigue siendo gigantesco. En materia de inversiones, serán más de 7.800 millones de dólares. Imaginen lo que puede significar que los contratos de una pequeñísima porción de esa cantidad –digamos el 1 por ciento, 78 millones de dólares, unos 200.000 millones de pesos– sean adjudicados por recomendación de los congresistas. ¡Qué repartija!
Y qué desastre para Ecopetrol y para los colombianos, que veríamos saqueada la empresa y arrastrada por el suelo la cotización de su acción. Ya pasó en Petrobras, en el vecino Brasil. Y puede pasar acá. Ese es el riesgo que implica la llegada de un exministro que a sus conocimientos de economista suma sus grandes debilidades politiqueras. Hay otros candidatos que saben mucho más de petróleo y mucho menos de clientelismo. Pero no tienen opción.