El país enfrenta una de sus más graves sinsalidas: la gente quiere paz, la mayoría es partidaria de que no se levante la mesa de diálogos, según mostró una encuesta de Ipsos Napoleón Franco hace unos meses, pero por otro lado no está dispuesta a hacer más concesiones y pide que se produzca un viraje urgente en esas negociaciones. Todos los colombianos contestamos que queremos la paz pese al cinismo de las Farc como confiados en que algo cambié, que la guerrilla reaccione y produzca gestos reales de su voluntad de firmar un acuerdo realista. Muy por el contrario lo que nos entregan son más muertes y menos razones para creer en ellas. Su falta de sintonía con los ciudadanos es absoluta y lejos está de ser un simple acto de torpeza sino que se ha convertido en la constatación de que a ellos les importa cinco lo que piense el pueblo que dicen defender.
El derrame de petróleo en los ríos, la vileza de dejar sin luz ¡no a Bogotá sino a la sufrida Buenaventura! y luego el asesinato a sangre fría de nuestros policías en situaciones que distan mucho de un combate entre iguales se han convertido en la mayor demostración de cinismo que les hayamos visto en los últimos años. Porque si de verdad quisieran hacer la paz no sería la demostración de fuerza y poderío militar la que exhibirían. Las Farc que siguen teniendo cómo hacer mucho daño, podrían desplegar actos de ‘magnanimidad’ cesando sus hostilidades muy a propósito para ir ganándose a la opinión pública que los repudia con toda razón.
¿Y entonces qué debemos hacer los ciudadanos? ¿Es incorrecto seguir pidiendo el ‘ojo por ojo’ máxime cuando se ha demostrado que ese es un círculo vicioso de suma cero? ¿Será, por otro lado, que debemos quedarnos callados y esperar a que algún día buenamente la guerrilla entre en razón? ¡No lo creo! Este es el momento de exigir, no de rogar y de hacerlo mediante mecanismos legítimos de presión ciudadana; masivos, que oigan las Farc y el gobierno y que retumben en los oídos de la muy confundida comunidad internacional.
Tendría que haber un grito tan poderoso y tan auténtico como el de aquel memorable 4 de febrero para que el gobierno y las Farc entendieran que esto es ahora o nunca. ¡Firma ya! Plazos ciertos y un grandísimo ¡No más Farc! es lo que hay que decir a viva voz y sin dudar.