Apreciado doctor De la Calle:
La continuación de los atentados terroristas de las Farc me mueven a hacerle algunas reflexiones, adicionales a las que ya le hice en la comunicación anterior.
Por cierto, permítame decirle que no soy solamente yo quien espera una respuesta. Son muchos ciudadanos, millones, para que hablemos claro, los que están pendientes de que el Gobierno les diga cuál es la realidad de lo que pasa en Cuba.
Para nadie es un secreto que recuperar la paz desencadena procesos de inmensa complejidad. No obstante, las lecciones que nos han dejado los múltiples intentos de negociación con las Farc permiten mirar algunos aspectos sin el impulso de la ilusión y con el pragmatismo de la experiencia.
Uno de ellos es el relacionado con la decisión de conversar en medio del terrorismo, con un cese bilateral de fuegos o previa cesación unilateral de acciones criminales por parte del grupo armado ilegal respectivo.
El Gobierno optó por el primer camino. Con independencia de las razones que haya tenido, lo cierto es que escogió la ruta que ha conducido al fracaso en el pasado.
Usted sabe que el terrorismo transforma el apoyo a las conversaciones en la exigencia al Gobierno de turno de que les ponga fin.La gente está dispuesta a apoyar los esfuerzos políticos para alcanzar la paz, pero rechaza que, al mismo tiempo que se habla de ella, se sigan cometiendo crímenes.
Hoy se está viviendo, otra vez, uno de esos momentos. Y el desenlace, si las cosas siguen como van, será el mismo: la ciudadanía se pondrá de pie para pedirle al Gobierno que termine los diálogos.
Entiendo y comparto que no se acepte la posición de las Farc a favor de un cese bilateral. Acceder a esa pretensión sería un golpe irreparable a la institucionalidad.
¿Cuál camino queda? Hacer un gran esfuerzo para conseguir que las Farc, con las garantías apropiadas, dejen de hacer terrorismo. Esa sería la única manera de crear un ambiente que permita construir acuerdos viables, sostenibles y aceptables para la opinión pública.
De lo que se trata es de frenar la marcha con los ojos abiertos hacia el abismo y abocar la tarea de diseñar un escenario nuevo en el que se pueda buscar la paz.
Y es alrededor de esta ambiciosa apuesta que se podría unir a la Nación, buscando que, desde todas las orillas, se reclame el fin de la violencia como condición para seguir conversando.
Un paso de esa magnitud exige partir desde una posición de credibilidad. Para conseguirla, es necesario que se conozca la verdad.
En este orden de ideas, lo aconsejable es hacer una pausa en las conversaciones, realizar un balance de lo que está sucediendo, informar su resultado a la nación y condicionar la continuación de las conversaciones a que las Farc cesen sus acciones terroristas.
Reciba mi respetuoso saludo.