Sitio oficial
 

Todavía hay tiempo

En una encuesta elaborada por el Pew Research Center con sede en Washington y comentada por el diario La República, se revela que “en los países emergentes del mundo -entre los cuales está Colombia-, el 55 % de la opinión cree que su economía va mal.

 

Para muestra de tal decadencia, este país. Aquí las cosas no marchan bien. Ya el barril de petróleo está por debajo de los 50 dólares. A pesar de tantas advertencias, Colombia no se supo ir desprendiendo de la alta dependencia que tenía de las exportaciones del crudo y su excesiva participación, tanto en la formación del PIB como en la inversión extranjera. Creyó el Gobierno que la lotería de las vacas gordas petroleras sería permanente. Que las adversidades estaban lejanas. O que la peste solo llegaría hasta donde el vecino. Ahora el país, como otros tantos, sufre las dolorosas consecuencias de no haber diversificado su comercio internacional.

 

La desbocada devaluación comienza a hacer estragos. Rápido pasamos de una acentuada revaluación a una acelerada devaluación. Esta, de un 65 % en un año, es un duro golpe para el empresario que utiliza altos porcentajes de materias primas para la elaboración de sus productos finales. Las importaciones duplican las exportaciones y el valor agregado doméstico es menor que las compras externas, afectando el alza del dólar.

 

Somos un país importador así no lo quieran reconocer las autoridades económicas oficiales. Según un estudio que publicó EL COLOMBIANO “solo el 0,9 % de las empresas inscritas en las cámaras de Comercio venden al exterior. El año pasado las importaciones superaron en más de 7 mil millones de dólares a las exportaciones”. No se equivoca tampoco como en las encuestas, el Banco J.P. Morgan cuando ya nos ubica en el grupo de naciones emergentes frágiles.

 

La inflación aparece en escena para hacer un poco más dramática la obra de teatro del absurdo. Ya supera las proyecciones del Emisor. Es el impuesto más oneroso para las clases medias y populares.

 

El déficit fiscal del gobierno central el año pasado fue de 19 billones de pesos. Con el reciente fallo del Consejo de Estado se podrían resucitar las megapensiones que con retroactivos y reajustes, alcanzarían cifras desproporcionadas para abrir más el hueco fiscal.

 

Es tal la penuria y el desespero que el gobierno amarró 110 billones de pesos a vigencias futuras del presupuesto nacional. Deja así a sus sucesores en calzas prietas para desarrollar inaplazables programas de inversión. Faltan además hoy 34 billones de pesos para garantizarles a las víctimas del conflicto armado los derechos de reparación consagrados en la ley.

 

La bolsa de valores cruje. En dólares, es de las más desvalorizadas en el mundo. El Colcap ha caído abruptamente. La inversión extranjera en bolsa ha disminuido en un 60 por ciento.

 

Estas cifras pueden ser delicadas. Pero aún son manejables. Quizá en peores oscuridades nos ha cogido la noche. Todavía hay tiempo -si existe seriedad y voluntad del gobierno- de adoptar medidas de austeridad fiscal, de racionalización del gasto y eliminación del promeserismo enmermelado para maniobrar en medio de la borrasca.